Desde de mi niñez, no he sido
como el resto, no he visto
lo que los demás veían, no pude extraer
mis pasiones del mismo manantial.
Ni de la misma fuente obtuve
mi pena; no pude despertar
mi corazón a la alegría en igual tono;
y todo lo que amé, lo amé solo.
Entonces —en mi niñez— en el amanecer
de una tempestuosa vida, brotó
desde la profundidad misma del bien y del mal
el misterio que aún me ata:
desde el torrente o la fuente,
desde el rojo peñasco de la montaña,
desde el sol que giraba a mi alrededor
en su otoño dorado,
desde el rayo en el cielo
mientras pasaba volando a mi lado,
desde el trueno y la tormenta,
y la nube que tomó la forma
(cuando el resto del cielo era azul)
de un demonio ante mi mirada.
(1875)
